Es domingo también más arriba de los altos cielos. Dios depone su insomnio y se entrega a una siesta, se desliza en el sueño. No diremos que ronca, porque eso supondría cataclismos, Apocalipsis sin retorno.
Duerme Dios como diosmanda.
Algo de pronto lo arranca de la cadencia de sus inmensos algodones. Despierta sobresaltado. Piensa lo peor: ¡El sacudón de la tercera guerra mundial!
– ¿Qué caraxus pasa?– pregunta.
Un ángel solícito lo apacigua:
– Nada del otro mundo, mi Dios.
– ¿Cómo que nada? Las nubes me abollaron los riñones. ¿Qué diablos está pasando allá abajo?
– Gol de Boca, mi Dios.
– Es posible, mi Dios de las alturas. Cada vez que sucede un gol sucede por primera vez y por última vez.
– ¡¡¡Caraxus!!! ¡¡¿Y eso?!!
– Gol de River, mi Dios.
– Esto es inconcebible– brama Dios con furia de temer.
– Pero fue concebido, mi Dios. Con todo respeto– le dice el ángel, tranquilizador pero atrevido.
– Concebido… ¿por quién?
– Concebido por Usted.
– A ver si me explicas.
– Usted hizo la Tierra. Usted hizo el mundo de los hombres. Usted hizo los hombres con pies. Usted hizo lo redondo, la esfera. Usted hizo el aire que va adentro de la esfera. Usted hizo...
– Me atosigas, como Borges con sus incesantes enumeraciones... Sí, de acuerdo, Yo lo hice. Y tarde es ya para volverme atrás. Sobre todo hice a los hombres con pies, y al aire para remontar los balones.
– No esté triste, mi Dios. Son cosas que pasan...
– Tarde, demasiado tarde para impedir que suceda lo que está sucediendo.
– Son cosas que pasan.
– Uno les da una mano y se toman el codo.
– Son cosas que pasan.
– Decididamente: se me fue la mano con la libertad.
En esas cavilaciones estaba Dios con su Ángel Secretario cuando, otra vez, el aire del cosmos se estremeció. Las barbas se le agitaron, sintió que Su nube por poco lo alzaba. Y cayó Dios en la tentación: mordió el fruto prohibido:
– ¿Gol de quién?– preguntó
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