sábado, 12 de marzo de 2011

Editorial: reflexiones de verano


El título no es antojadizo, “del” verano significa que es sobre el verano, y no que se tratan de reflexiones “de” verano. Es decir, pensamientos o ideas formuladas en dicha época. Y si, el verano trae éstas cosas. Acostumbrados a no tener el tiempo suficiente para pensar, en las charlas de verano con amigos, parejas, familia, la cosa se pone complicada. No es lo mismo explicar qué es lo que uno quiere durante una publicidad, que hablar tirado en la playa sin más apuro que ir al agua cada tanto. El verano sobreexige al turista parlante, casi al límite de su propio juicio.
Creo entender ahora la necesidad de los famosos paradores con música alta. Lo mismo ocurre con el deporte, evitemos pensar en el tejo, vayamos a la pelota-paleta. ¿Se sabe cuántos turistas desgarrados provocan éstas ganas de sentirse joven y atlético? No, las autoridades poco hacen al respecto.




Retomemos las conversaciones que genera el verano. Dijimos que estamos acostumbrados a comunicarnos con un tiempo establecido, la publicidad. ¿Qué significa, tiene alguna carga valorativa esa afirmación? Para nada, aún es un dato de la realidad. Lo que sí podemos decir con total certeza es que tenemos problemas jodidos a la hora de explicar qué demonios es lo que queremos. Casi todas esas charlas rebuscadas innecesariamente, no porque carezcan de utilidad, más bien porque no sabemos cómo expresarnos, terminan en una mirada muy precisa. El que estaba escuchando asiente con la cabeza, fija la vista en algún punto, y luego piensa para sí: si viejo/a, ya sé que te molesta el pan sin sal o, lo que es peor, ya sé lo que te gusta. Podemos pre-asumir que dicho pensamiento es más un manto de piedad arrojado sobre el que no sabe expresarse, que una demostración de mala fe o hartazgo. Sin embargo, este tipo de ideas esconde algo nefasto. El oyente, al no repreguntar por la gansada que acaba de oír, deja librado a su ser querido a una vida terrible. No lo expone ante sus propios conflictos, no lo acecha en sus contradicciones, no lo empuja hacia el lugar que de alguna manera nos está mostrando. Nada de eso, lo dejamos vagar por su propia incertidumbre. En otras palabras, lo dejamos continuar con su vida como si realmente fuera feliz.



Para terminar creo que esto sucede por algo, no porque piense que cada situación o hecho esconde una intención clara, más bien porque se trata de una charla muy distintiva. Ese tipo de comunicaciones las tenemos con nuestros psicólogos durante el año, con la única salvedad de que el profesional sí sabe dónde detenerse. A saber: cuando intuye que su paciente puede perder el juicio, cuando mira el reloj y ve que sólo faltan cinco para terminar la sesión y por último cuando sabe con la experiencia que a la gente no le gusta mirar muy de frente a sus limitaciones. Claro que el paciente se acostumbra a ésta especie de conversación mediada por la buena fe comercial o profesional del psicoanalista. Entonces, al momento de recibir una pregunta directa por parte de su interlocutor, hace agua por todos lados. “¿Y si mejor nos metemos un rato?, mira qué lindo está el día”. Nótese que hablamos de psicoanalistas, pero en éste caso tampoco tenemos una intención oculta, simplemente me caen un poco obvios.



¡Me olvidaba! ¿Qué le pasará por la cabeza a la novia del aficionado a la pesca? Sentada en la orilla mientras su pareja está con el agua hasta los tobillos, tirando y retirando el anzuelo, sin leer ni escuchar música, nada de nada. La asimilación absoluta al estilo de vida potus no puede más que sorprendernos. Increíble la capacidad de abnegación. Me gustaría ser bien pensado, pero no puedo. ¡Lo que debe ser esa mina cuando vuelven a casa!

Pablo Llentilin

No hay comentarios:

Publicar un comentario