jueves, 8 de septiembre de 2011

Editorial, cambiar el mundo


¿Por qué no dejás de cambiar el mundo y te ocupás de esto? Pregunta, reto o sugerencia que acompaña el devenir de los inquietos. “Esto” puede ser cualquier cosa, desde una idea o labor, hasta una persona, ¿porqué no un novio/a? Acaso sea la pretensión más popular entre los jóvenes y la menos celebrada en los adultos, sin embargo la editorial obviará los reflejos conservadores e intentará llegar a los límites de dicha actitud.



Los criterios que sustentan las intenciones de cambiar el mundo son muchos, a veces por carencias, otras por demasía. Ej.: ciertas personas aseguran que carecemos de libertad, igualdad, justicia; por otro lado, hay quien dice que nos excedemos con nuestra libertad, para algunos somos demasiados iguales y aquellos dicen que la justicia no debe ser el cuartel general de los desvalidos. Ante tanta confusión, el cronista también decide pasar por alto el motivo para comenzar a indagar sólo las acciones.



Pero antes, transcribimos la respuesta del sujeto post moderno cuando le comentamos las consecuencias de las ideas que serán expresadas aquí, dijo: “ta´ que lo tiro en las patas, si me corren el arco nunca voy a meter un gol”.



Según nos cuentan algunos autores (santos), el primer paso es saber qué hechos son importantes y cuáles no para determinar qué deberíamos cambiar del mundo. El problema está en que los hechos, por sí solos, no son importantes, antes bien son fundamentales para el objetivo del análisis. Esto quiere decir que las cosas, justo esas que queremos cambiar, ya no están en el primer plano, sino más bien en el segundo o el tercero. Por ahora, lo principal es arribar a una conclusión que nos permita intervenir en la realidad que estamos creando.



Pero eso no es todo, de ahí la queja del sujeto post moderno, como consecuencia de lo que dijimos antes, existen escalas donde situamos los fenómenos observados. Sean estos la injusticia o la igualdad comunista. Por tanto, sólo vemos una escala de valoración de fenómenos. Todo esto, que ya podemos afirmar tan complicado de entender como conversación de adolescentes, trae distintas formas de regulación del mundo. Y aquí es donde ciertos autores, sorprenden a más de uno.



Las escalas, básicamente, son dos: una de grandes rasgos, y otra pequeña y minuciosa. Ejemplifiquemos, la primera advierte sobre nuestra posición con respecto al mundo. Es decir, “quiero conseguir la mayor igualdad posible”. La minuciosa se encarga de especificar los detalles y acciones concretas que deben practicar los seres para conseguir un resultado. Claro que, si corremos el arco una vez más, podemos decir que, en verdad, el mundo se divide entre los que denuncian los grandes rasgos y los que operan en los detalles; quienes, finalmente, son los que van creando el rumbo.



Aún cuando todos se hayan dado cuenta, el cronista prefiere aclarar. Sucede que el poder trabaja en los detalles y la resistencia en las denuncias altisonantes (Esto en cualquier época y lugar del mundo, no es necesario agregar ninguna K). Ahora sí, podemos comprender mejor el mundo y tal vez la forma de cambiarlo. Aunque puede pasar que, sabiendo lo que hay por delante, prefiramos guardar las ganas de cambiar el mundo para comenzar a aceptar y respetar al otro. Lo que se dice, revolución minimalista.

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