viernes, 9 de septiembre de 2011

Historias mínimas en Carlos Casares


“El futbol de hoy trae mal de ojo” Lo dicen todos los viejos de todas las épocas. Para solucionarlo, se creó la Sociedad Amigos del Buen Fobal de Carlos Casares. Su primer presidente, y único, fue el Dr. Baltazar de las Quimeras. Su fama de imparcialidad, buen gusto e indecencia poco difundida, lo transformaron en la persona ideal para desempeñar funciones en cargos que poseen alto grado de subjetividad y exposición. El pueblo realizó una colecta de bienes, y servicios de señoritas -por aquello sabido y poco difundido-, para convencer al Dr. Quimeras de radicarse en Carlos Casares. La negociación fue más sencilla de lo que preveían, el quía andaba con algunas deudas.



Las otras entidades que también presidió fueron: Asociación de Lucha contra la Pata de Cabra, Culebrilla y Fiebre Hormonal en el Adolescente; Vecinos de calle Brandsen Desconfiados de la Suerte; la Mutual del Soldado que Huye; y la Entidad del Beneficio de la Duda.



¡Orsay, juez!



La primer medida de la Sociedad Amigos del Buen Fobal fue de corte normativo. Atento a que los mejores goles son anulados por faltas menores, el doctor, dispuso que los árbitros no debían cobrar la infracción hasta tanto desapareciera la posibilidad del golazo. Una medida que aumentaba la subjetividad en la justicia futbolera pero que despertó entusiasmo en todas las hinchadas. Vale recordar que unos años antes, la Asociación de Futbol Argentino había dispuesto modificar el horario de los partidos en Carlos Casares para que coincida con la hora de la siesta y así matar dos pájaros de un tiro.



Fue en el clásico Sportivo Nunca fui a la Playa vs. Unión Dorsal (club fundado por los primeros siameses nacidos en el pueblo), donde se puso en práctica la novedosa disposición. El resultado: tres heridos, cinco detenidos. Se suspendió a los diez minutos del primer tiempo.



Vecinos desgraciados



Los vecinos de la calle Brandsen decidieron organizarse para combatir la superstición, ciencia que encontraba cada vez más adeptos en el pueblo. Allí comenzó “Vecinos de calle Brandsen Desconfiados de la Suerte”. Apenas ungido, el Dr. Baltazar de las Quimeras, anunció que la lucha “está en el día a día”. Su prioridad serían los niños y jóvenes, los adultos – según sus palabras – están condenados a confiar en las señales que emite el mundo o alguna tarotista “de muerte segura”. No era una amenaza, más una premonición (se sabe, todo bicho que camina….). Él confiaba en luchar contra la suerte utilizando las reglas de la ciencia, pero sin salir del terreno de la hechicería. Después de todo, cada uno, a su manera, sueña en acertar con el pronóstico alguna vez.



Irrumpió en los colegios, tomó del brazo a varios niños y los llevó a las afueras del pueblo. Aquellos angelitos eran devueltos sólo cuando dejaban de expresarse en capicúa. El doctor veía que esa era la primera aproximación a la suerte, había que cortarla de raíz. Al tercer intento, la policía logró montar una barricada en la puerta del Normal 1. Dos días preso. En la otra celda estaban los niños, como nadie los reclamó dejaron que el doctor continuara con su intrépida labor.



La jactancia de los intelectuales



La Entidad del Beneficio de la Duda se fundó antes que el mismo pueblo. Aunque los más longevos del pueblo afirman que las actas de fundación tienen escasos minutos de diferencia. Sin embargo los minutos de antes eran otra cosa, según nos informan las abuelas que alguna vez fueron amas de casa, “M´ijito, pa´ que le voy a mentir, nunca tuve la necesida´ de ir a Pago Veloz” (confundido por la declaración, el cronista decide pasar al próximo párrafo sin más)



Los pioneros no deseaban dejar las manos en el fuego. Sabían a la perfección que su ideal de pueblo no estaba siquiera delineado. Por tanto, primero crearon el marco legal necesario para cambiar de opinión. Si el pueblo resultaba ir en contra de los mandamientos de Dios, ellos no cargarían con el pecado. Directamente, apelarían al beneficio de la duda y fundarían otro. Gente muy religiosa. La costumbre venía desde tiempos romanos, la curia siempre se preocupo por destruir lo que no encajaba en los planes de Dios, para luego probar aquello de “ex nihilo”, es decir “(creado) de la nada”. Viejo error el de pretender imitar a quien admiramos, en lugar de disfrutarlo.



El doctor tuvo poco trabajo en esta asociación, presentó la moción de “mezclar y dar de nuevo”, pero no encontró financistas para pagar la nafta necesaria. Al tiempo comprendió que todo marchaba, de una manera un poco loca, pero marchaba.

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