lunes, 12 de septiembre de 2011

11 de septiembre ¿cambió el mundo?


Sinceremos, la muerte tiene diferente valor según la geografía y la historia. Gente muere todos los días y por causas que, a veces, parecen ridículas. También debemos reconocer que ninguna muerte cambia al mundo, antes bien exacerba partes de éste y luego sí, modifica la realidad. Si la respuesta a un trauma se resuelve en pocos minutos, es fácil suponer que lo imprevisto se asimila y se responde según lógicas de pensamiento que se vislumbran anteriores al instante crítico.



Y, tal vez, la capacidad de respuesta ante una crisis sea la razón por la cual algunas muertes valen más que otras. No es desquiciado pensar que el atentado a las Torres Gemelas sucedió varias veces y en muchos lugares, antes y después del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, Argentina por caso, la respuesta (o venganza) no fue la invasión de países que se suponen cómplices, cuando no causa, del atentado.



Estados Unidos sí tiene el poder, de sobra, para tomar represalias militares si entiende que fue atacado. A nivel militar no tiene siquiera contrapeso, es inmensa la diferencia en recursos y ganas. Si sufre un ataque es para que nos preocupemos y sigamos atentos la noticia y su evolución.



Por algunas horas, aquel 11 de septiembre, al Imperio más grande que conoció la humanidad lo sentimos vulnerable. Al borde de un quiebre. Nadie sabía quién o quiénes eran los “locos” capaces de golpear de esa forma. Y la respuesta de políticos y medios fue esa, locos o fanáticos que se inmolan porque “sienten” que hablan con Dios. ¡Qué locura! ¿Cómo podríamos creer cosa semejante, nosotros que somos occidentales, judeo-cristianos y, por sobre todas las cosas, racionales?



Las Torres Gemelas son historia, no así los 100 mil o 200 mil iraquíes (inmensa mayoría de niños y niñas) asesinados por la guerra y el bloqueo comercial que no permitía el ingreso de medicina o insumos básicos para la vida. Afganistán hace 10 años que está en guerra y todo indica que se extenderá tanto como el Gobierno de EEUU prefiera o resista. La aniquilación del enemigo, tal como lo plantea el Imperio militar y comunicacional, es imposible. Por el contrario, la inestabilidad político-militar se contagia a Pakistán, país que sí cuenta con armas de destrucción masiva.



De todas formas, la conclusión que impone cualquier mirada crítica sobre el mundo es que no se transformó en algo más violento, horrible o inhabitable. Antes bien, el mundo sigue siendo el mundo. Con sus fronteras de barbarie, sus islas de bienestar, en definitiva con el cielo y el infierno separados, tan sólo, por dos estaciones de subte en todos los países del mundo. El mismo que a veces nos preocupa, nos intimida u olvidamos, hasta que un nuevo instante nos devuelve a la realidad más absoluta: la muerte ridícula aquí o allá.

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