lunes, 6 de septiembre de 2010

Libros: "Legado de cenizas, la historia de la CIA", de Tim Weiner

Un profesor (lamento no recordar su nombre) dijo en una clase de historia: “si los archivos secretos de cualquier país cayeran en manos de sus enemigos y, esos enemigos, los editaran, dándolos a conocer de a poco, y mostraran e insinuaran con tintes publicitarios, cualquier país podría ser la Alemania nazi”. Su intención no era justificar a la Alemania nazi, más bien complejizar el pensamiento automático que surge cuando se reflexiona sobre temas tan difíciles de abordar desde una perspectiva de ciencia.
Tim Weiner es periodista de The New York Times. En 1988 gano el  premio Pulitzer por artículos sobre los rubros secretos en el presupuesto del Pentágono. Es considerado el periodista mejor informado en temas diplomáticos. El libro tiene 718 páginas, 500 páginas son el libro en sí, le siguen 200 páginas de notas donde encontramos fuentes y aclaraciones.
A continuación les transcribimos un fragmento del libro,
habla sobre unos de los temas más románticos de la política internacional. Tanto que el mundo parece lleno de “Che Guevaras”, pero poco se sabe de los soldados que los acompañarían. Algunas cosas cambian, otras parecen destinadas a perdurar por mucho tiempo.
El siguiente fragmento comienza en la página 295.
En la década de 1960, el ámbito de trabajo de la CIA se había expandido espectacularmente por Latinoamérica. “Castro fue el catalizador -diría Polgar, el que sería jefe del departamento de inteligencia exterior de la división latinoamericana entre 1965-1967-. La CIA y las clases adineradas de Latinoamérica tenían una cosa en común: el miedo”
La CIA estaba respaldando a los líderes de once países de Latinoamérica: Argentina, Bolivia, Brasil, Republica Dominicana, Ecuador, Guatemala, Guyana, Honduras, Nicaragua, Perú y Venezuela. Una vez que ocupaba el poder un gobierno amistoso, el jefe de la base de la CIA tenía cinco caminos para mantener la influencia estadounidense sobre los líderes extranjeros: “Te conviertes en su servicio de inteligencia exterior-explica Polgar-. Ellos no saben lo que ocurre en el mundo, de modo que les das un resumen semanal, amañado para adaptarse a sus sensibilidades. Dinero, eso siempre es bienvenido. Aprovisionamiento: juguetes, juegos, armas…Entrenamiento. Y luego siempre puedes llevarte a un grupo de oficiales a Washington o Fort Bragg; unas maravillosas vacaciones”.
La agencia mantenía la postura (…) de que las juntas militares eran buenas para EEUU. Estas constituían la única fuerza capaz de controlar las crisis políticas. (…) En 1967, a través de su meticuloso cultivo de dictadores, la CIA obtuvo una de las mayores victorias en toda la guerra fría: dar caza al Che Guevara. (…)
Un general derechista, René Barrientos, había tomado el poder en aquel país desesperadamente pobre (Bolivia), respaldado por más de un millón de dólares de la CIA. El dinero servía “para fomentar –en palabras de la Agencia- un gobierno estable que se incline favorablemente hacia EEUU”.
En abril de 1967, Barrientos le había dicho al embajador de estadounidense, Henderson, que sus agentes estaban persiguiendo la pista del Che en las montañas de Bolivia. (La CIA creía que el Che había sido asesinado en Republica Dominicana) (…). Pese a ello, la CIA envió a dos cubanos veteranos de la bahía de Cochinos para que se unieran a la caza con un escuadrón de soldados bolivianos entrenados en EEUU. (…) Uno de los cubanos era Félix Rodríguez.
El 8 de octubre de 1967, el Che fue capturado tras un enfrentamiento con los soldados cubanos. Tenía una herida en la pierna, pero por lo demás estaba en buenas condiciones. Sus sueños de crear un Vietnam en Sudamérica se habían desvanecido en el altiplano de Bolivia. Sus captores se lo llevaron a una pequeña escuela. Rodríguez supo que el alto mando boliviano, en La Paz, decidiría la suerte del Che al día siguiente. “Estoy logrando mantenerle vivo (informaba Rodríguez) lo cual resulta muy difícil”.
Al amanecer del día siguiente, trató de interrogar al Che, que estaba sentado en el suelo de la escuela, con el rostro entre las manos, las muñecas y los tobillos atados, y los cadáveres de dos compañeros cubanos junto a él. Hablaron del enfrentamiento en el Congo y del curso de la revolución cubana. El Che le dijo que Castro no había matado a más de mil quinientos enemigos políticos, aparte de los conflictos armados como el de la bahía de Cochinos, “El gobierno cubano, obviamente, ejecutó a todos los líderes guerrilleros que invadieron su territorio”, declaró el Che siempre según Rodríguez.
El alto mando envió la orden de matar al Che a las 11.50 de la mañana. “Guevara fue ejecutado con una ráfaga de disparos a las 13.15”  informó Rodríguez. Sus últimas palabras fueron: “Díganle a mi esposa que se vuelva a casar y a Fidel Castro que la revolución resurgirá en América”. A su verdugo le dijo: “Recuerde que está matando a un hombre”.
Polgar era el agente de servicio en el cuartel general cuando llamaron para dar la noticia, preguntó si podían enviarle huellas dactilares; “puedo enviarle los dedos” fue la respuesta. Los verdugos del Che le habían cortado las manos.

Pablo Llentilin

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