miércoles, 9 de junio de 2010

Editorial sobre El Jaque

El vaivén de la vida, muchas veces, nos deja en jaque. Por tanto, nos ocuparemos de esa palabra. Antes de seguir, es necesaria la siguiente aclaración: no realizar analogías ideológicas entre la palabra elegida, jaque, con una postura política sobre los últimos sucesos náuticos de ayuda humanitaria, jeque. Si tenemos que estar a favor de algo, lo mejor es respetar al más fuerte. ¡Cuenta con mayores chances de postular verdades! Nuestro compromiso con ella, a veces, nos deja en lugares insólitos.

Pero volvamos a la editorial sobre el jaque. El término viene del ajedrez,
cuando una o más fichas ocupan posición de ataque directo al rey contrario. En tal caso, el atacante debe indicar ésta situación pronunciando jaque. El peligro es real, pero puede ser sólo una amenaza. Un dato curioso: no se respetan jerarquías, cualquier ficha puede atacar al rey. Una excelente metáfora de la vida. Pero vayamos por partes.

En cuanto a la jerarquía de la ficha que amenaza al rey, no hay duda que muchos problemas insignificantes han dejado a grandes héroes pidiendo la hora. No es importante el último de los conflictos, más bien la secuencia de ellos. La pregunta es: ¿las defensas se pierden con el paso del tiempo o, por el contrario, se mantienen estables y, en realidad, vamos ganando cosas que podemos perder en cualquier momento? El saber popular responde: "Un poco de las dos... No vamos a andar con exquisiteces…" (mientras entrecruza los dedos de las manos sobre la panza). Le damos la derecha y continuamos. En la vida adquirimos relaciones o bienes materiales que podemos perder. También sentimos que no tendremos otra oportunidad de conseguir aquello que custodiamos, porque el aporte especial se lo da el tiempo. Pensemos en un libro o en una relación. En el primero de los casos, ese color amarillo aún no ha sido imitado por ningún resaltador; en el amor, no es lo mismo una relación de tres años a una de tres horas, por más que el número tres se presente en las dos posibilidades. Vale decir, que algunos de estos miedos están fundados en la ciencia moderna. Ej.: si un hombre de 65 años posee una relación de 45 años de matrimonio, es muy probable que antes de romper el vínculo piense sobre la más que remota posibilidad de repetir semejante hazaña. Lo cual supone vivir hasta los 130 años... ¡Con lo que cuesta llegar a fin de mes con una jubilación es, por lo menos, difícil! Pero eso no es todo, además debería conseguir una novia de 20 años para no sumar más complicaciones a su suerte... ¡Ahora entiendo! Las buscan jóvenes para poder revivir el amor de sus vidas. La pucha viejo, hay tanto mal pensado dando vueltas...

Retomando la secuencia de conflictos que sabotean nuestras defensas, como el agua corroe a las piedras, debemos hallar un remedio viable con la modernidad. Es decir, en el pasado estas secuencias bien podían terminar en la hoguera. Hoy, bajo un nuevo paradigma humanístico, necesitamos una solución más civilizada y/o acorde, que no es lo mismo pero es igual. Ej.: conquistar a esos problemas, saquearles sus potencialidades y llamar a elecciones libres que les determinen un futuro amigable con nuestras expectativas. Otra, proponer en la ONU que los conflictos cotidianos pertenecen a un tipo de moralidad extraña, léase terroristas.

Entonces, el jaque viene con el tiempo. En el juego y en la vida. Sin más vueltas, nos disponemos a sacarle las pilas al reloj y a esperar vientos favorables. ¿Pero cómo esperamos? Contando. Mientras que contamos, ¿pasa el tiempo? Si, por tanto debemos apagar todo aquello que es conciente del paso del tiempo. Suena bastante dramático. ¿No será que el jaque deviene en drama? El saber popular sentencia: "Ah caramba, echarle sal al bife lo deja pa´ chuparse los dedos, pero guarda con la presión"

El tiempo y el drama pueden devenir en jaque. Ahora que sabemos con qué fichas juega, podemos armar una estrategia defensiva. ¿Pero cuál será el jaque del jaque? El saber popular se despide: "Menos averigua Dios y perdona."

Pablo Llentilin

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