viernes, 11 de junio de 2010

Punto Medio

Empecemos a olvidarnos de lo que sucede en las calles, de la actualidad política, social, económica; de la crisis en España o Portugal, de la pobreza, del hambre, de las buenas intenciones; de pensar en cambios, de intentar modificar realidades; de querer intercambiar ideas relacionados con todo lo anterior, que ya de por sí es complicado; de pensar en el futuro, en mejorar o complicar lo que nos importa. Empecemos a olvidarnos de la posibilidad de imponer temas en las conversaciones como las escuchas telefónicas, el matrimonio homosexual o que cada vez más dictadores están cayendo en cana. Ninguna de las cosas por las cuales algunos se razgan las vestiduras durante toda su vida para argumentar su afinidad u oposición al gobierno de turno son importantes. Nada de lo que te define ideológicamente (si es que se puede hablar de ideologías) tiene reelevancia por estos días.

Es que parece que durante un mes (con suerte), 23 hombres juegan un campeonato, corren detrás de una pelota buscando la gloria mundial, intentando representar de esa manera la gloria colectiva de un país entero. El pueblo quiere manifestarse y dejar en eso todas sus alegrías, tristezas, emociones, pero sobre todo, todas sus frustraciones y fracasos, como si tal cosa fuera posible. Y así vamos a estar durante el tiempo que dure esta guerra, poniendo nuestras expectativas en ver cómo atacamos, cómo nos defendemos, cuántas bajas nos deja cada batalla, si estamos estratégicamente bien organizados, si nuestro comandante nos dirige correctamente, etc, etc.
Y mientras invertimos mil horas en previas sin sentido, escuchando a periodistas deportivos contar, ya sin adjetivos posibles, las mismas cosas cientos de veces, compramos las facturas para esperar a la muchachada que está por llegar, preparamos el mate, elegimos los mejores lugares para sentarnos, cada asiento con el nombre que le corresponde a cada uno por cábala, gritamos a más no poder, discutimos con pasión cosas si sentido, nos abrazamos, reimos, lloramos, y mientras tanto... La vida sigue. El reloj continúa moviendo sus agujas en el mismo sentido de siempre.
No voy a ser hipócrita y decir que no haré nada de todo lo anterior. Probablemente esté pensando en dónde voy a ver el partido el sábado y organizaré mis horarios para que pueda estar en ese momento lo más relajado posible. Pero qué bueno sería que le pongamos la misma energía a temas un poco más importantes. Qué bueno sería que se discuta de la misma forma una ley que un off side. Qué importante sería que todos sepamos de la situción del país en diferentes planos como sabemos de qué manera va a formar el equipo.
No se puede negar que el fútbol es pasión, y que está demostrado que es casi lo único que nos une como sociedad, que genera esta paralización general y estos sentimientos desmedidos. Siendo argentino, es innegable la importancia del evento. También es innegable que cuando el equipo argentino hace un gol se te sale el corazón del cuerpo, florece dentro de uno ese grito que pide a gritos salir, para así aliviar la angustia que generó retenerlo. Es verdad que un triunfo en un mundial nos deja la sonrisa en el rostro por más tiempo que cualquier otra buena noticia que podamos recibir y renueva esas esperanzas que en otros momentos parecieran ni siquiera asomarse. Y no estoy en contra de los festejos, de las sonrisas, de los gritos contenidos por fin liberados, de las nuevas esperanzas. Sólo espero que no nos vaya la vida en eso.
Puede que sea demasiado pedir ésto en este momento. Puede que la situación en Gualeguaychú sea menos importante que ganarle mañana a Nigeria. Probablemente sea más importante estar atentos a una conferencia de prensa de los jugadores argentinos que a lo que se discute por la ley audiovisual. Quizá ni siquiera lean esto por estar más interesados en saber cómo forma Argelia en su partido inicial.
Pero después no digan que no les avisé.

Ariel Zarranz

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